domingo, 19 de octubre de 2014

Viaje IV

Esta es una pequeña historia que, siendo ficticia sabemos bien que cada vez que alguien escribe, deja impregnado en el texto parte de su vida.

Una amiga, que solía tener grandes conversación conmigo años atrás, sacó entre tantos temas, el que mucha gente por siglo ha preferido por su misterio y profundidad. Y hablo ni más ni menos que el tema del amor. Pero ese amor de pareja, de amantes, de aventuras e ilusión; amor que cala hasta los huesos. Más yo, obstinada por las desilusiones que en la inmadurez de la adolescencia se pueden dar, le quise mostrar una historia que había escrito, sobre una niña y un niño que vivieron que vivían a la par y aunque en su infancia no conocía esta forma de amar, con el tiempo, lentamente descubrieron que tenía que estar juntos por siempre.
Y justo cuando iba a salir un enorme suspiro de lo más profundo de su ser, le dije - ¡Alto!, que tienes que saber, las cosas no fueron así-, Ella me miró con una expresión algo sorprendida, y le dije que mejor le regalaba el texto para que lo leyera ella por aparte, pero que prestara atención al final.
Y bueno, pues ella lo leyó tal y como le dije una vez que estuvo sola en su habitación, y se fue justo al final. El cual decía lo siguiente:

-En eso, su esposa le preguntó si tenía frió y el asintió con la cabeza, entonces ella le sirvió el café y le besó la frente diciéndole: -Ya es la hora-, con todo el amor que una esposa y compañera de tantos años pudiese tenerle. Luego ella se fue a la habitación. Y fue justo en ese momento, cuando el tiempo del anciano se congeló y la aguja del reloj parecía no caminar más al recordar en lo más profundo, la misma frase de aquella joven con la cual estuvo a punto de ser la que ahora le servía su café caliente. La misma que este anciano, siendo también un joven, se decía a sus adentros cada vez que le besaba a ella la frente pero nunca tuvo el valor para decirle. Cerró los ojos, y una disimulada lágrima se dejó entrever en su rostro. Se levantó y buscó algo más para hacer dejando que el café una vez más se enfriara, al fin de cuentas no le gustaba tomar tanto café.
Al parecer solo lo tomaba porque le gustaba ver la sonrisa de su esposa cada vez que el le decía "si mi amor por favor", pues... amaba tanto mirar la expresión del rostro de las personas, tanto como a él, esa muchacha narradora de verdades e historias vivenciadas había amado la suya.

Al leer esto no pudo más y me llamo de una manera casi como si se tratara de su vida misma. Cuando le conteste, de manera irónica le dije que lo había soñado.
Pasaron unos días y fui a visitar a mis abuelos que tenía varios días de no verlos. Y la visita fue tan normal como todas las visitas que había hecho antes. No obstante, esta vez hubo algo completamente diferente. Esta vez mientras estábamos sentados a la mesa, mi abuela le preguntó a mi abuelo si quería más café y el asintió, por lo que ella se levantó y llevó el pichel y le sirvió. Y una vez que lo hizo se acercó a sus labios a la arrugada frente de él y lo besó. 
Fué allí, en ese instante,comprendí que mi historia no era un simple sueño.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Jesi tefelicito, tienes un gran don para inspirar a otras personas el amor por la vida!

Unknown dijo...

Simplemente me encanto...