martes, 7 de marzo de 2017

Viaje XIV




Somnolienta y taciturna, la brisa, sin darse cuenta, rozó con sus dedos el corazón del almendro y lo contagió de su particular humor,causado por su recién estado de agotamiento.

Al notar su error, se creyó desapercibida pues el sutil contacto podría pasar desapercibido. Así que se escondió donde no pudiese ser vista. Pero lo cierto fue, que el almendro impregnado por ese débil y apagado sentir, derramó lágrimas hasta romper en llanto.

Entonces la brisa, consciente de su falta por ese momento de flaqueza, escuchó el lamento de aquel árbol, y notándole triste también lloró, alejándose lo más que podía.

Indescifrable hecho, sin razón lógica de ser, mas, ¿Quién podría culparlos?, ni a la briza por su desliz, ni al almendro por ser vulnerable.

Lo cierto es, que el sol al ver esto, llamó a la lluvia, y juntos formaron un arcoiris en el cielo.
Entonces inició la transformación: la brisa con sus ojos húmedos por el rocío de la lluvia y su propio dolor, miró al cielo, y mágicamente sonrió.


Ella, aún cansada pero llena de esperanza, apresuró su paso hasta llegar más cerca del almendro, que quizás y con suerte, podría revertir el humor del ahora triste árbol.


Lo curioso fue, justo en ese momento, un hombre se acercó al almendro, y desesperado le rogó pudiese reflejar el amor de su Creador.

Lo curioso fue, justo en ese momento, la briza rozó nuevamente con sus dedos al almendro y este como si despertada de su dolor, limpió sus ojos y vió al cielo, que con igual esplendor del arcoiris, se vistió de hermosas flores.