miércoles, 10 de julio de 2013

Una declaración improvisada

Como podría un alma amante de las letras decirle a su mano que no vuelva a narrar con letras decoradas aquello que avivó su ser con las más variadas vivencias; hasta las más simples fueron mencionadas y adornadas con metáforas que salvaguardan su integridad momentáneamente.

Sé que hubo estaciones de tristeza y melancolía que aludían a incansables llantos, los cuales nacían por un simple hecho: una mente perturbada que no sabía como vivir.

Sé que desaparecieron evidencias de la tan halagada inocencia, una que se pavoneaba en su ser y resplandecía al mostrar su sonrisa y luego al haberla casi perdido el Ser valiente la rescató para darle una segunda oportunidad.

Sé eso y mucho más, pero luego de tantos viajes, de idas y regresos. De una existencia de relevo con misterioso proceder, ahora solo queda una frase que decir, aunque quisiera extender mi historia a todos los rincones de mensajes guardados y archivados, solamente esto diré:

No puedo impedirle a esa voz interna el cantar a emociones que emergen como flores del campo, pero por más que intente ser como antes, un remolino de cambios le han renovado y con sutil fuerza, enraizado esos sueños de amor, un incansable deseo por trascender; vivir con una frente en alto al tiempo mismo que mira el cielo y avanza como si su destino estuviese muy cerca.


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